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1.3.1.Escenario económico.

(Abromovay, 2006)

 

Configurar el escenario económico desde la perspectiva de la sustentabilidad no es una tarea fácil. La dificultad radica entre los intereses medulares que persiguen el régimen de producción actual –el capitalismo contemporáneo— y los objetivos que proyecta la sustentabilidad. Ambos son conceptos antagónicos. Sin embargo, poco más allá de esta contradicción irreconciliable existe la posibilidad de desdoblar una descripción sucinta de cómo podría sustituirse aquel escenario. La unidad que converge en todo escenario de la sustentabilidad se forma con la gente y su comunidad, le sigue el territorio en tanto  su dimensión geomorfológica y como construcción social.

En el territorio se descubren las formas  diversas en que las comunidades y su gente (rural o urbana) manejan los recursos de los que disponen para la producción de bienes y servicios; así mismo, esto da confianza para la reproducción social. El escenario económico se nutre de los criterios de identidad de la comunidad para estimular cambios productivos. Se pretende que estos se rijan con una visión de los límites ecológicos en su relación con las economías locales.

Se trata, pues, de mantener el inventario de capital natural del que se obtenga un flujo de venta que no ponga en riesgo las posibilidades de las generaciones futuras para satisfacer sus necesidades. En resumen para diseñar  el escenario económico de la sustentabilidad se requiere tener en mente que los territorios “son el resultado de la manera como las sociedades se organizan para usar los sistemas naturales en los que se apoya su reproducción”. 

CEn términos ecológicos, el desarrollo sustentable supone que la economía sea circular, que se produzca un cierre de los ciclos, tratando de imitar a la naturaleza. Es decir los sistemas productivos son diseñados para utilizar únicamente recursos y energías renovables, para no producir residuos, ya que estos vuelven a la naturaleza o se convierten en entrada (input) de otro producto manufacturado.

CEste modelo opera considerando el ciclo vital del producto completo, desde su extracción hasta la disposición final del residuo cuando su vida útil termina. Este intervalo se divide en tres etapas: la primera consiste en aplicar el principio de “quien contamina paga” a la hora de fijar los precios.La segunda es la elección informada del consumidor mediante el etiquetado, y la tercera se refiere al diseño ecológico del producto, para lo cual se aplican las herramientas: inventario del ciclo de vida (ICV) y el Análisis del Ciclo de Vida (ACV).

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